¿Qué es la mayordomÃa?
Las personas comprometidas en nuestra comunidad de fe creen que Dios es el dueño de todo y que somos simplemente administradores de todo lo que tenemos. De buena gana le damos nuestro tiempo, talento y tesoro. Si tenemos una actitud de gratitud hacia Dios por todo lo que nos ha bendecido tan generosa y abundantemente, ¿cómo no podemos devolverle una parte de nuestras primicias?
En el Evangelio de Mateo, escribe: «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la podredumbre corrompen, y los ladrones minan y hurtan. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la podredumbre corrompen, ni los ladrones minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allà estará también vuestro corazón» (Mt. 6:19-21).

Administración del tiempo
¿Cuántas horas tienes al dÃa? ¿Cuántas horas tiene el Papa Francisco? ¿Y el presidente? Cada uno de nosotros tiene 24 horas al dÃa. Sin importar quiénes seamos o qué hagamos, Dios nos regala 24 horas. ¿Cómo pasas tu dÃa? ¿Le dedicas a Dios lo mejor de tu dÃa? ¿Dedicas tiempo a orar con Dios todos los dÃas? El regalo del TIEMPO es el regalo más preciado que Dios nos da, el regalo mismo de la vida. Invierte el tiempo con el que Dios nos ha bendecido asegurándote de retribuir al Dador supremo a través de la oración, la conversación y la reflexión.

Gestión del talento
Nuestro llamado a la MayordomÃa nos anima a compartir nuestros dones. Nuestros talentos y habilidades especiales, las cosas que nos apasionan, las caracterÃsticas que podrÃan usarse para describir nuestra personalidad, como la compasión, la hospitalidad, la organización, la paciencia o la sabidurÃa, forman parte de nuestros dones únicos. Nuestros dones se dan para servir a nuestras familias, a quienes nos rodean, a los necesitados y a nuestros numerosos ministerios dentro de la Iglesia.

Administración del tesoro
La administración no se trata solo de tiempo o talento. También incluye nuestro tesoro, nuestra contribución financiera a la Iglesia y a otras obras de caridad. En realidad, Dios no necesita nuestro dinero. La verdadera necesidad es que nosotros, como discÃpulos de Cristo, tengamos la necesidad de dar. Tenemos una profunda necesidad de retribuirnos a un Dios amoroso. Y asà lo hacemos en nuestra oración (tiempo), nuestros dones de servicio (talento) y nuestros recursos financieros (tesoro).